Thomas Chisholm, trovador de la fidelidad de Dios
Escrito el 28 noviembre 2011 por Juan Stam
Un clásico de la himnología cristiana, que por décadas ha
inspirado a millones de creyentes en muchos países e idiomas, es “Oh tu
Fidelidad”:
Oh Dios
eterno, tu misericordia
ni una
sombra de duda tendrá.
Tu compasión
y bondad nunca fallan
y por los
siglos el mismo serás.
¡Oh tu
fidelidad! ¡Oh tu fidelidad!
Cada momento
la veo en mí.
Nada me
falta, pues todo provees.
¡Grande,
Señor, es tu fidelidad.
La noche
oscura, el sol y la luna,
las
estaciones del año también,
unen sus
voces cual fieles criaturas,
porque eres
bueno por siempre eres fiel.
Tu me
perdonas, me impartes el gozo,
tierno me
guías por sendas de paz.
Eres mi
fuerza, mi fe, mi reposo,
y por los siglos mi Padre serás.
Tomás Chisholm, autor de esa incomparable celebración de la
fidelidad de Dios, era de Nueva Jersey, nuestro estado natal. Algo paradójico
de este cantor de la fe es que pasó toda la vida en pobreza, y fue desde esa
pobreza que alababa al Señor por su fidelidad. Una vez nuestro papá supo que
Chisholm estaba en gran necesidad económica y le envió un cheque. Resulta que
en ese momento Chisholm estaba sin dinero, sin comida, y lo peor, se acababa la
medicina de que dependía la vida de su muy enferma esposa. Cuando recibió el
cheque, fue a su casa a escribir otro himno. Papá nunca nos contó nada del
caso, pero nuestra hermana María lo encontró en un himnario, con la historia.
Aquí transcibo una traducción algo literal de esa alabanza que en medio de esa
pobreza surgió del corazón de este gran siervo del Señor:
¡Las
misericordias de Dios! ¡qué tema para mi cántico!
¡Oh! Jamás
las podría contar.
Son más que
las estrellas en la bóveda celestial,
O que las
arenas de las playas del mar.
Por
misericordias tan grandes,
¿Qué
respuesta podré dar,
Por
misericordias tan constantes y seguras?
Lo amaré con
todo mi ser
cuánto
tiempo que dure mi vida.
Me esperan
en la mañana cuando me despierto del sueño,
Y alegran mi
corazón al mediodía;
Me siguen
hasta las sombras de la noche
Cuando el
día con sus faenas termina.
Sus ángeles
de misericordia me rodean
dondequiera
que conduzca mi senda;
Cada vuelta
del camino revela alguna prueba nueva,
¡Oh! mi vida
de veras es bendecida.
Su bondad y
misericordia me seguirán aun
hasta el
final de mi camino,
Tengo su
firme promesa que no puede fallar,
porque su
misericordia durará por los siglos.