Y comenzó a enséñales [Jesús] que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho ... y ser muerto. Esto les decía claramente.
Marcos 8.31-32
Antes de que lleguemos a la confrontación entre Jesús y Pedro, puede ser útil alguna información sobre el transfundo histórico. Durante más de setecientos años, Israel había sido oprimido por los sucesivos imperios de Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma, con excepción de un breve período embriagador en el que estuvo bajo el liderazgo de los Macabeos. Hacia fines del último siglo anterior a la era cristiana, surgieron numerosos movimientos apocalípticos, cuyos líderes hacían promesas extravagantes. Jehová estaba a punto de intervenir por medio del Mesías, anunciaban; los enemigos de Israel serían destruidos en un conflicto violento y sangriento, y llegaría la era mesiánica de paz y libertad.
Galilea era un hervidero de esas expectativas, algunas personas estaban poniendo su esperanza en Jesús de Nazaret. Por eso Juan relata que 'entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo' (Juan 6.15). Jesús no había venido para ser una especie de Mesías por la fuerza. Por eso les ordenaba mantener silencio.
Pero ahora, una vez que Pedro había confesado a Jesús como el Mesías, los discípulos debían estar dispuestos a aprender a cerca de los sufrimientos del Mesías. Entonces Jesús 'comenzó a enseñarles [esta era enseñanza nueva] que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho ... y ser muerto' (Marcos 8.31). Además les hablaba en forma directa y abierta; no había necesidad alguna de guardar silencio. Pedro escuchó horrorizado y luego estalló. 'Señor ... en ninguna manera esto te acontezca' (Mateo 16.22). Él seguramente estaba familiarizado con la figura del Hijo del Hombre que se presenta en Daniel capítulo 7, a quien se le daba 'dominio, gloria y reino' (Daniel 7.14) a fin de que todas las naciones adoraran. ¿Cómo era posible que el Hijo del Hombre sufriera? Era una contradicción de términos. Por eso Pedro fue lo suficientemente imprudente para reprender a Jesús, y ahora Jesús lo reprendía a él. '¡Quítate de delante de mí, Satanás!' dijo (Mateo 16.23) El mismo Pedro que había recibido la revelación divina ahora se había convertido en objeto del engaño satánico.
Todavía hoy a veces la voz de Pedro ahoga la voz de Cristo. Porque muchos, como Pedro, niegan la necesidad de la cruz. La cruz sigue siendo piedra de tropiezo para la soberbia humana.
Para seguir leyendo: Marcos 8.31-33
Tomado de Toda la Biblia en un Año de John Stott