Y nos nos metas en tentación, mas libramos del mal.
Mateo 6.13
Las dos últimas peticiones del Padre Nuestro son en realidad una. Es probable que debamos entenderlas como el aspecto negativo y positivo del mismo ruego. Pero ambos problemas nos confrontan.
En primer lugar la Biblia dice que Dios nunca nos tienta, ni puede hacerlo (Santiago 1.13) ¿Cuál es, entonces el sentido de orar que no haga algo que ha prometido que nunca hará? Algunos responden a esta pregunta interpretando la palabra 'tentación' como 'prueba'. Pero es mejor explicar el concepto uniendo las dos cláusulas en una sola oración: entender 'no nos metas en tentación' a la luz de 'líbranos del mal', e interpretar 'mal' como 'el maligno'. Es decir, lo que está en perspectiva es el diablo, quien tienta a los hijos e hijas de Dios a pecar, y de quien necesitamos ser rescatados.
En segundo lugar, la Biblia dice que las tentaciones y las pruebas son para nuestro bien (Santiago 1.2). Entonces, si son beneficiosas, ¿por qué pedir que seamos librados de ellas? La respuesta probable es que la oración signifique más bien que seamos capaces de vencer la tentación, más que la petición de ser librados de ella. Podríamos parafrasear así la oración: 'No permitas que caigamos cuando seamos tentados', sino líbranos del maligno'.
Repasando, entonces, podemos ver que las tres repeticiones en el Padre Nuestro son bellamente integrales. En principio cubren todas nuestras necesidades humanas: las materiales (del pan diario), las espirituales (del perdón de nuestros pecados), y las morales (de la liberación del mal). Cuando pronunciamos esta oración estamos expresando nuestra humilde dependencia de Dios en todas las áreas de la vida. Además, un cristiano trinitaria no puede sino reconocerán estas tres peticiones una velada alusión a las tres personas de la Trinidad, ya que es por medio de la providencia creadora del Padre que recibimos el pan de cada día, por medio de la muerte expiatoria del Hijo recibimos el perdón de los pecados, y por medio del poder del Espíritu Santo que vive en nosotros somos rescatados del maligno. Con razón algunos manuscritos antiguos (aunque no los mejores) concluyen con una doxología que atribuye el reino, el poder y la gloria a este Dios Trino a quien solo pertenecen.
Para seguir leyendo: 1 Juan 3.7-10
Tomado de Toda la Biblia en un Año de John Stott