viernes, 14 de febrero de 2014

Perdona nuestros Pecados

Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Mateo 6.12

Marghanita Laski, la conocida novelista y crítica inglesa del siglo XX, no ocultaba su condición atea. Pero un día, en un sorprendente momento de candor en la televisión, soltó impulsivamente: 'Lo que más envidio de ustedes los cristianos es el perdón; yo no tengo quien me perdone'. Tenía razón. El perdón está en el corazón del evangelio. Más aun, es tan indispensable
a la vida y a la salud del alma como lo es la comida para el cuerpo.

La petición en el Padre Nuestro es que perdone 'nuestras deudas' ('perdónanos el mal que hacemos', BPL). El pecado se compara con una deuda porque merece ser sancionada, y porque cuando Dios nos perdona remite la penalidad y suspende el cargo contra nosotros.

El agregado de las palabras 'como también nosotros perdonamos a nuestros deudores' ('como también nosotros perdonamos a quienes nos hacen mal', BLP) se enfatiza en los versículos 14 y 15, a continuación de la oración, donde se establece que nuestro Padre nos perdonará siempre que nosotros hayamos perdonado a otros, pero no nos perdonará si nos negamos a perdonar a otros. Obviamente esto no significa que al perdonar a otros alcanzamos el mérito de ser perdonados. Más bién significa que el Señor solo perdona a la apersona arrepentida, y una de las principales evidencias del verdadero arrepentimiento es un espíritu perdonador. Una vez que nos han abierto los ojos a la enormidad de nuestra ofensa contra Dios, las ofensas que otros nos hayan hecho parecen en comparación insignificantes. Por el contrario, si tenemos una percepción exagerada de las ofensas de los demás, eso demuestra que hemos minimizado las propias. En la parábola del sirviente que no quiso perdonar, el elemento central es la disparidad entre la dimensión de las deudas. La conclusión de la parábola es: 'toda aquella deuda te perdoné [que era enorme]... ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?' (Mateo 18.32-33).

Para seguir leyendo: Mateo 18.23-35

Tomado de Toda la Biblia en un Año  de John Stott

En Jesús de Nazareth: nuestros Corazones, nuestras Mentes y nuestras Puertas, están abiertos para Dios, están abiertos a la Vida y están abiertos para Ti.