martes, 14 de octubre de 2014

Deambulando en el Desierto

Nosotros partimos para el lugar del cual Jehová ha dicho: Yo os lo daré.
Números 10.29

Debió haber sido un momento de gran entusiasmo cuando el pueblo de Israel se puso en marcha hacia la tierra prometida. Después de larga espera, unos siete siglos después de que Dios se la hubiera dado a Abraham, la promesa estaba por cumplirse. Pero la expectativa tuvo corta vida. El plan de Moisés de enviar a doce exploradores (uno por cada tribu) para reconocer la tierra terminó en una catástrofe. Aunque regresaron con fruta madura que demostraba que Canaán era por cierto una tierra de la cual fluía leche y miel, diez de ellos también declararon que sus habitantes eran invencibles. La perspectiva de estos fue la que prevaleció. En consecuencia, Dios dispuso que ninguno de esa generación entraría en la tierra prometida, con excepción de Caleb y Josué, quienes mostraron fe.

Pasarían cuarenta años entre la salida de Egipto y la entrada a Canaán, durante los cuales deambularon de oasis en oasis. Las diversas aventuras que enfrentaron fueron registradas en el libro de Números. Finalmente se completaron los cuarenta años, y toda la generación adulta ya había fallecido. Israel acampaba ahora en las planicies de Moab, un poco al norte y al este del punto donde el río Jordán desemboca en el mar Muerto.

Aquí Moisés se dirigió al pueblo por última vez, y sus discursos se registran en el libro de Deuteronomio. Repasó para ellos la historia reciente y las lecciones que dejaba, y se esforzó por prepararlos para tomar posesión de la tierra prometida. Pero el énfasis principal estaba en el pacto de amor que ligaba a Jehová con su pueblo. El Señor los había mirado con amor y los había elegido, dijo Moisés, no por causa de su mérito sino solamente por amor (Deuteronomio 7.7-8). Ahora debían corresponder a su amor con todo su ser y expresar ese amor en la obediencia (Deuteronomio 6.4-9; 10.12-13).

Es extraordinario pensar que nuestro Señor Jesús tomó para sí estas palabras, diciendo: 'El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama' (Juan 14.21). La demostración del amor es la obediencia.

La historia de Moisés domina cuatro libros del Pentateuco: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Aunque no se le permitió entrar en ella, antes de morir pudo ver la tierra prometida desde el monte Nebo.

Para Continuar leyendo: Deuteronomio 6.1-12
Tomado de Toda la Biblia en un Año  de John Stott.

En Jesús de Nazareth: nuestros Corazones, nuestras Mentes y nuestras Puertas, están abiertos para Dios, están abiertos a la Vida y están abiertos para Ti.