sábado, 17 de mayo de 2014

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Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas. 
Hechos 2.44

En aquella época, a pocos kilómetros al este de Jerusalén, los líderes esenios de la comunidad de Qumrán se habían comprometido a tener en común sus propiedades, y los miembros de esa comunidad monástica entregaban todo su dinero y sus posesiones cuando se iniciaban.

Sin duda Jesús llama a algunas personas a una pobreza total voluntaria, como al joven dirigente Francisco de Asís y sus seguidores, a la madre Teresa y sus hermanas en la orden, quizás para dar testimonio de que la vida humana no consiste en la abundancia de nuestras posesiones. Pero no todos los seguidores de Jesús son llamados a esta entrega. La prohibición de la propiedad privada es una doctrina marxista, no cristiana. Además, hasta en la iglesia de Jerusalén la venta y la cesión de lo obtenido eran actos voluntarios, porque en el versículo 46 leemos que los creyentes estaban 'partiendo el pan en las casas'. ¿Casas? ¡Vaya! ¡Pensé que todos habían vendido sus casas y sus muebles! Al parecer, no. El pecado de Ananías y Safira que se registra en hechos 5 no fue que retuvieran parte de la venta de su propiedad sino que mintieron que habían ofrendado todo, cuando en realidad estaban guardándose una parte. El pecado no fue la avaricia sino el engaño. Pedro fue muy claro cuando le dijo a Ananías: 'Tuya era antes de venderla y, una vez vendida, tuyo era el producto de la venta' (Hechos 5.4, BLP). En otras palabras, todos los cristianos debemos hacer una decisión consciente delante de Dios respecto a cómo usar nuestras posesiones.

Aún así, No debemos eludir el desafío que presenta este texto. Aquellos primeros cristianos se amaban unos a otros, lo cual no debe sorprendernos porque el primer fruto del Espíritu es el amor. En particular, se preocupaban por sus hermanos y hermanas empobrecidos, de modo que compartían sus bienes con ellos. Este principio de una actitud voluntaria de compartir es sin duda una pauta cristiana permanente. Aquellos que vivimos en mejores condiciones debemos simplificar nuestro estilo de vida, no porque pensemos que esta actitud vaya a resolver los problemas macroeconómicos del mundo, sino por solidaridad con los pobres. Una iglesia llena del Espíritu es una iglesia generosa. La generosidad ha sido siempre una característica del pueblo de Dios. Nuestro Dios es un Dios generoso;  las personas que le pertenecen también deben serlo.

Para seguir leyendo: Hechos 5.1-11
Tomado de Toda la Biblia en un Año  de John Stott.

En Jesús de Nazareth: nuestros Corazones, nuestras Mentes y nuestras Puertas, están abiertos para Dios, están abiertos a la Vida y están abiertos para Ti.