sábado, 21 de junio de 2014

El Estandarte del Cristo Cricificado

Ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado.
Gálate 3.1

Pablo describía su ministerio de predicación en las ciudades de Galacia como una manifestación pública del Cristo crucificado. Por supuesto, los galatas no habían visto morir a Jesús. Tampoco lo había visto el apóstol. Pero mediante la predicación de la cruz él había traída el pasado hasta el presente, y había transformado el acontecimiento histórico de la cruz en una realidad contemporánea. En consecuencia, los gálatas podían ver la cruz en su una imaginación, entender que Cristo había muerto por sus pecados, y entonces arrodillarse ante la cruz con humildad y recibir allí el don de la vida eterna, en forma absolutamente gratuita e inmerecida.

Pero, como desarrollaría Pablo más tarde en 1 Corintias, su prédica de la cruz es una piedra de tropiezo para el orgullo humano, ya que postula que no podemos alcanzar la salvación por ninguna obra que hagamos. De hecho, ni siquiera podemos contribuir mediante las obras a nuestra salvación. Esta es un regalo absolutamente libre de parte de Dios. Como lo dijo William Temple: 'Lo único, absolutamente único de mí mismo que contribuyó a mi redención es el pecado del que necesito ser redimido'.

Es en este sentido que Pablo se puso a sí mismo en contraste con los falsos maestros, los judaizantes. Estos predicaban la circuncisión (un término en el que los apóstoles resumían la pretendida salvación mediante la obediencia a la ley), y de esa manera evitaban la persecución por causa de la cruz de Cristo (6.12). En cambio él predicaba a Cristo crucificado (salvación solamente por medio de Cristo) y por esa razón era constantemente perseguido (5.11).

En la actualidad todos los comunicadores cristianos enfrentan la misma opción. O adulamos a la audiencia y les decimos lo que quieren escuchar (sobre su capacidad de salvarse a sí mismos), con lo cual desarrollamos un ministerio de puro mimo, y acariciamos sus oídos hasta que ronronean de placer, o bien les declaramos la verdad sobre lo que no quieren escuchar (sobre el pecado, la culpa, el juicio y la cruz), y al hacerlo provocamos su hostilidad. En otras palabras, podemos ser infieles y de esa manera ser populares, o nos mostramos dispuestos a ser impopulares por causa de nuestra fidelidad. Dudo mucho de que sea posible ser fiel y popular al mismo tiempo. Pablo se dio cuenta de la necesidad de elegir. Nosotros también debemos optar.

Para seguir leyendo: Gálatas 5.11; 6.11-18
Tomado de Toda la Biblia en un Año  de John Stott.


En Jesús de Nazareth: nuestros Corazones, nuestras Mentes y nuestras Puertas, están abiertos para Dios, están abiertos a la Vida y están abiertos para Ti.