viernes, 20 de junio de 2014

El Fruto del Espíritu

En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, lealtad, humildad y dominio de sí mismo. Gálatas 5.22-23, BLP

El Espíritu Santo no solo es santo en su naturaleza y carácter sino que obra para la santidad de las personas en las que habita. Primero, hay dos combatientes que se oponen entre sí: la carne (es decir nuestra naturaleza heredada, caída y pervertida) y el Espíritu (es decir el Espíritu Santo que habita en nosotros). Además, estos rivales tienen deseos apuestos. De modo que nuestra personalidad cristiana es el campo de combate de fuerzas opuestas.

Segundo, hay dos estilos de vida que se oponen entre sí, cada uno de ellos como objetivo de los dos rivales en conflicto. Los hechos de la naturaleza pecaminosa son obvios y muy desagradables. Pablo enumera quince de ellos y añade que esa lista no es exhaustiva. Caben en cuatro categorías: sexo, religión, sociedad y bebida. Pero hay otro estilo de vida posible, y es tan hermoso como el otro es horrible. Amor, alegría y paz caracterizan nuestra relación con Dios; tolerancia, amabilidad y bondad caracterizan nuestra relación con otros; lealtad (‘fe’, RVR 60), humildad y dominio de sí mismo hablan del control sobre nuestra propia persona. Parecen el retrato de Jesús y se identifican como fruto del Espíritu, ya que como fruto crecen de manera natural y continua.

Tercero, hay dos actitudes que se oponen entre sí. Es decir, se nos llama a repudiar nuestra naturaleza pecaminosa y rendirnos al Espíritu Santo. Por cierto, aquellos que pertenecemos a Cristo Jesús ya hemos crucificado nuestra naturaleza pecaminosa can sus pasiones y deseos (v. 24). Es decir, hemos tomado esta cosa malvada, viciosa y escurridiza que es la naturaleza de pecado y la hemos clavado en la cruz. Ahora debemos dejarla allí. También debemos someternos al Espíritu Santo y caminar en sus pasos. Esas actitudes opuestas deben ser contundentes, completas y constantes. Na debemos regresar una y otra vez a la escena de la crucifixión. Lo mismo ocurre respecto al Espíritu Santo. Debernos cultivar lo que es propio del Espíritu, mediante nuestro uso sabio del domingo, 'día dedicado al Señor', nuestra disciplinada devoción personal diaria, la adoración pública habitual y participación en la Cena del Señor, y nuestro compromiso en el servicio cristiano. Estos son los medios de gracia dispuestos por Dios, es decir, los canales por medio de los cuales nos llega su gracia, y el principal secreto de la santificación.

Para seguir leyendo: Gálatas 5.16-26
Tomado de Toda la Biblia en un Año  de John Stott.


En Jesús de Nazareth: nuestros Corazones, nuestras Mentes y nuestras Puertas, están abiertos para Dios, están abiertos a la Vida y están abiertos para Ti.