Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justitificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Romanos 3.20
Nada aleja tanto de Cristo a las personas como su incapacidad para reconocer que lo necesitan o su falta de disposición para admitirlo. Este principio simple e impopular es el que subyace al texto de Romanos 1.18-3.20. Pablo ordena a la raza humana en varios grupos y demuestra la universalidad del pecado y de la culpa acusando a uno por uno. Demuestra que cada uno de los grupos ha sido incapaz de vivir conforme al conocimiento que poseen. Por el contraria, lo han suprimido intencionalmente y hasta lo han negado con su comportamiento. Por lo tanto son culpables y no tienen excusa. Nadie puede alegar inocencia, porque nadie puede alegar desconocimiento.
Primero Pablo describe a la depravada sociedad gentil, con su comportamiento idólatra, inmoral, y antisocial (1.18-32).
Segundo, se ocupa de los legalistas, los árbitros de la moral (sean gentiles o judíos), que profesan elevados estándares éticos y los aplican a todo el mundo menos a sí mismos (2.1-16).
Tercero, el apóstol se dirige a los judíos que confían en sí mismos, que alardean de su conocimiento de la ley de Dios pero no la obedecen (2.17-3.8).
Cuarto, Pablo abarca a toda la raza humana y concluye diciendo que todos somos culpables y no tenemos excusa delante de Dios (3.9-20). Este es el punto al cual el apóstol ha estado avanzando implacablemente, es decir, que 'toda boca se cierre' y que el mundo entero 'quede bajo el juicio de Dios' (v.19).
¿Cómo deberíamos responder a la devastadora exposición que hace Pablo del pecado y de la culpa humana? No creo que debamos cambiar de tema y dedicarnos a hablar de la necesidad de autoestima, ni culpar a nuestros genes, nuestra crianza, o nuestra cultura. Lo que debemos hacer es aceptar el diagnóstico divino de nuestra condición y aceptar la responsabilidad de ello. Solo entonces estaremos preparados para recibir la noticia grandiosa del 'pero ahora' de Romanos 3.21, donde Pablo comienza a explicar de qué manera intervino Dios por medio de Cristo en la cruz, a favor de nuestra salvación.
Para seguir leyendo: Romanos 3.9-31
Tomado de Toda la Biblia en un Año de John Stott.